El mar estaba en calma, las olas reboloteaban sobre los cuerpos extasiados con el sabor salado del agua y el acariciante sol. Lejos muy lejos se divisaba un barco,un barco
que la inmensidad del mar lo hacia más grande. Allí en aquel barco dibujándose como un dios, el marino jugaba con las dimensiones verdes y de otros colores . Hacia tiempo que miraba todo aquello ajena por completo a esa voz interior que muchas veces nos domina, unas para soñar y otras para sentir que la luz del firmamento no brilla igual y que los ojos han perdido su videncia. Recordando los días felices sentía un sabor amargo en los labios y las imágenes pasaban por mi mente como una gran película que al igual que la alegría y la tristeza no tenía fin. Ante la lluvia que mojaba
mis pies no podía dejar de recordar cuando paseaba por el Par
que en una tarde en que la lluvia no me permitía caminar
sin sentir las gotas de rocío que acariciaban mi cara. Allí
en el firmamento todavía estaba impresa la imagen de él, el
que con un gesto heróico trataba de no sucumbir ante el do-
lor inmenso de perderse por tantos años, era muy duro lu-
char, luchar contra el más fuerte, nada se podía hacer, só-
lo esperar, tener la paciencia de Jot y decir adiós a los
mejores días, alimentarse con el pasado y tener fe en el por
venir, aún cuando no viniese nunca, sin embargo, la vida era
dura y los días se iban haciendo más largos, mucho màs lar-
gos, era triste recordar imágenes venidas de un pasado lle-
no de optimismo e inocencia.
Allí en medio del mar una mujer pensaba en un escritorio
que sorpresivamente tenía una rosa rosa, una nota de amor y
el encanto de un gran amante, el amante que ya sería impe-
recedero en élla. Así se quedó dormida, mientras el mar se-
guía su ritmo y las olas iban y venían.
viernes, 30 de diciembre de 2011
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